Cuerpos bajo presión: las drogas en el trabajo sexual y sus efectos en la salud

Nov 18, 2025
Cuerpos bajo presión: las drogas en el trabajo sexual y sus efectos en la salud
Photo by Alexander Grey / Unsplash

Muchas veces, cuando se habla de trabajo sexual en cualquier país, se vincula con el consumo de drogas y problemas de salud. Un vínculo que se construye en un contexto de desigualdad social, violencia y estigmatización y que no se trata únicamente de decisiones individuales, sino de cómo las condiciones económicas, la exclusión social y la falta de alternativas laborales influyen en la calidad de vida de este colectivo. 

De hecho, organizaciones como MODEMU, COIN y CEPROSH coinciden en que se trata de una población invisibilizada y muy vulnerable frente a la violencia, la discriminación y las barreras de acceso a la salud. Una realidad que se vuelve más compleja cuando entra en juego el uso de drogas y que puede aumentar la vulnerabilidad frente al VIH, dificultar el acceso a servicios de salud y reforzar dinámicas de discriminación.

En este escenario, analizar la relación entre el consumo de sustancias y el trabajo sexual no implica reforzar estereotipos, sino entender cómo el uso de sustancias aparece muchas veces como respuesta al estrés y al estigma. 

Las drogas y el trabajo sexual, una relación compleja

El debate del consumo de drogas y la prostitución acostumbra a girar en torno a juicios morales que simplifican la cuestión a decisiones equivocadas o conductas desviadas. Sin embargo, los análisis sobre poblaciones clave en República Dominicana muestran que este consumo va mucho más allá. Concretamente, en contextos donde intervienen la pobreza, la violencia, la discriminación, la migración y la falta de apoyo. 

Para muchxs trabajadorxas sexuales, el uso de drogas supone una vía de escape o aparece vinculado a la necesidad de soportar largas jornadas o lidiar con el peso del estigma social. En este contexto, las sustancias no se usan únicamente como forma de evasión, sino también como una herramienta para afrontar situaciones difíciles.

¿Cuáles son las sustancias más habituales?

Según datos de vigilancia de comportamiento con vinculación serológica señalan un uso relevante de marihuana, crack o "piedra" y cocaína en distintas provincias de República Dominicana y asociado a contextos de alta vulnerabilidad social. 

Al mismo tiempo, el tabaco y el alcohol siguen siendo las drogas blandas centrales, muchas veces integradas en la dinámica de bares, clubs y otros espacios donde se ofrece sexo comercial.

Así, la discusión sobre drogas y trabajo sexual no puede separarse de las condiciones estructurales en las que se ejerce la actividad ni del acceso a alternativas de cuidado y apoyo psicológico. 

Los impactos invisibles de las drogas en la salud física y mental 

La relación entre drogas y trabajo sexual no solo se manifiesta en el entorno laboral, sino también en el cuerpo. Y lo peor de todo es que los impactos se acumulan en silencio y de forma prolongada en el tiempo, llegando a pasar desapercibidos hasta que es demasiado tarde. 

Consecuencias en la salud reproductiva y general

El consumo continuado de alcohol y otras drogas suele tener consecuencias directas en cuanto a alteraciones del sueño, problemas hepáticos y cardiovasculares. También, pérdida de peso, mayor probabilidad de desarrollar infecciones y riesgo de sobredosis. Además, cuando estas sustancias se combinan con jornadas extensas, alimentación irregular y falta de descanso, el impacto se intensifica.

En cuanto a salud sexual y reproductiva, el uso de drogas se relaciona con una mayor probabilidad de mantener relaciones sin preservativo debido a las dificultades para negociar el uso del condón, como suele suceder en Argentina u otros países de Latinoamérica. También, menor adherencia a tratamientos para infecciones de transmisión sexual o VIH. 

Por lo tanto, se puede deducir que esto no responde solo a decisiones individuales, sino también a dinámicas de poder con clientes, necesidad económica urgente y carencia de servicios de salud accesibles y libres de estigma.

Salud mental y trauma acumulado

El impacto en la salud mental suele ser menos visible, pero no menos significativo. Muchas trabajadoras sexuales conviven con experiencias de violencia, discriminación, inseguridad económica y miedo constante a controles policiales o sanciones. Es por ello que muchas de ellas acuden al consumo de sustancias como una forma de alivio momentáneo de la angustia o el estrés crónico.

Drogas, VIH y vulnerabilidad 

En general, las trabajadoras sexuales son consideradas una población clave en la respuesta al VIH, debido a su mayor exposición al virus. En República Dominicana, distintos estudios estiman que la prevalencia de VIH entre trabajadoras sexuales se sitúa en torno al 3–4 %, frente a menos del 1 % en la población general adulta. Sin embargo, según un estudio de 2019 publicado en Measure Evaluation, documentó prevalencias todavía más altas en el caso de trabajadoras sexuales haitianas en el país.

Además de los problemas de negociación con el cliente que presenta estar bajo los efectos de las drogas, también se suman barreras estructurales: las dificultades para acceder a pruebas de VIH, el miedo a ser juzgada en los servicios de salud, los horarios poco compatibles con la dinámica laboral o los requisitos administrativos que excluyen a personas migrantes. 

Intersección de estigmas

La combinación de etiquetas como "prostituta", "usuario de drogas", "persona con VIH" o "migrante" forma un conjunto de estigmas que se multiplican en una misma persona y al mismo tiempo, lo que incrementa la discriminación y la exclusión. 

En la práctica, esto significa que una misma persona puede ser objeto de prejuicios múltiples, por ejemplo, en una consulta médica, en un servicio social o en un procedimiento policial, lo que reduce la probabilidad de que busque ayuda institucional cuando la necesita. 

Iniciativas de salud comunitaria y organizaciones dentro del colectivo

Las respuestas institucionales frente al consumo de drogas y al trabajo sexual han girado históricamente entre la invisibilización, el control policial y los enfoques parciales de salud. Sin embargo, en los últimos años, se han desarrollado iniciativas que buscan abordar de forma integral la combinación entre drogas, VIH y trabajo sexual desde un enfoque más humano.

Por ejemplo, desde el Centro de Orientación e Investigación Integral (COIN) han impulsado programas específicos para personas que usan drogas y para trabajadoras sexuales, combinando educación, servicios de salud y acompañamiento psicosocial. De forma similar, CEPROSH trabaja en la prevención del VIH con trabajadoras sexuales migrantes y otras poblaciones vulnerables en la región norte del país.

Por otro lado, el Movimiento de Mujeres Unidas (MODEMU), primera organización del país que agrupa a trabajadoras sexuales, ha desempeñado un papel clave en la defensa de derechos laborales y en la visibilización de la violencia, el estigma y las necesidades específicas de este colectivo. Además, se han denunciado las situaciones de discriminación que enfrentan las trabajadoras sexuales que consumen drogas o viven con VIH.

Sin duda, las redes comunitarias y los proyectos conjuntos entre organizaciones de base y entidades sanitarias crean un espacio indispensable para construir confianza y acercar servicios a quienes suelen quedar al margen de las políticas universales.