Aunque suele asociarse principalmente con mujeres cis, el trabajo sexual también incluye a mujeres trans, hombres y personas queer, cuyas experiencias suelen permanecer invisibilizadas. Es por ello que comprender su presencia en este mercado no solo facilita ampliar la mirada sobre la diversidad de identidades que participan en él, sino también reconocer los desafíos que enfrentan en un contexto donde la discriminación, la violencia y la informalidad son el pan de cada día.
En grandes ciudades como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, estos grupos han creado espacios de trabajo, redes de apoyo y estrategias colectivas. Unas iniciativas que revelan la dimensión real del mercado sexual colombiano, pues se trata de su refugio económico al tener que enfrentar barreras estructurales en otras áreas de la vida laboral.
Un panorama diverso: quiénes conforman el mercado sexual en Colombia
Si bien el trabajo sexual suele estar encabezado por un gran porcentaje de mujeres, tal y como corroboran los datos de SimpleEscort en Colombia, se trata de un sector donde se abarcan otras identidades y diversidades sexuales. Todas ellas atravesadas por desigualdades y estigmas, pero que también han sabido crear comunidad y redes de apoyo para sobrevivir.
Mujeres trans y trabajadoras sexuales transgénero
Las mujeres trans tienen una presencia histórica en el trabajo sexual urbano. En barrios como Santa Fe (Bogotá), El Calvario (Cali) o Parque Lleras (Medellín), su participación responde en gran medida a la exclusión laboral derivada de la transfobia y a la falta de oportunidades en el sector formal. Para muchas, el trabajo sexual es una de las pocas fuentes de ingresos estables disponibles.
Un estudio sobre la violencia contra mujeres trans en Bogotá documenta casos de agresión, exclusión y estigma social.
Trabajadores sexuales masculinos
Aunque menos visibles, los prepagos hombres que ejercen el trabajo sexual en Colombia prestan servicios tanto a mujeres como a otros hombres y clientes queer. Su trabajo se concentra en zonas urbanas, a menudo en circuitos vinculados a bares y discotecas LGBTQ+ o a plataformas digitales donde es posible mantener mayor discreción.
Personas queer y no binarias
En los últimos años, el mercado digital ha permitido que personas queer y no binarias ofrezcan servicios sin depender de espacios físicos o intermediarios. Aunque representan un porcentaje muy reducido, su presencia hace evidente que el trabajo sexual en Colombia se diversifica junto con los cambios culturales y la ampliación de identidades de género y sexualidad.
Los factores sociales y económicos que impulsan su participación en el sexo de pago en Colombia
La participación de este colectivo en el trabajo sexual está estrechamente ligada a factores estructurales. De hecho, la discriminación laboral continúa siendo una de las principales causas por las que las personas trans terminan ejerciendo en el mercado sexual.
Además, la migración, tanto interna como procedente de Venezuela, ha incrementado la presencia de personas LGBTQ+ en este sector, sobre todo en grandes urbes donde existe mayor anonimato y más posibilidades de encontrar clientela.
Colombia Diversa documenta que, entre 2006 y 2024, se han registrado unas 2.250 muertes de personas LGBTIQ+ en Colombia, lo que da idea de la escala histórica de violencia contra estas comunidades.
Todo apunta a que la combinación de pobreza, desplazamiento forzado y exclusión educativa refuerza su permanencia en un mercado donde los ingresos son bastante estables.
Los desafíos del colectivo dentro y fuera del comercio sexual
Desde el acceso sanitario a la violencia y la falta de seguridad de quienes participan en él. Este colectivo enfrenta una serie de retos y condiciones de vulnerabilidad que afectan a su integridad a diario.
Violencia y discriminación
Personas trans y hombres trabajadores sexuales suelen ser objeto de violencia policial, abusos en espacios públicos y discriminación por parte de clientes. La transfobia se manifiesta tanto en agresiones físicas como en prácticas de exclusión que limitan el acceso a servicios básicos.
Acceso a salud física y mental
Las barreras para acceder a servicios de salud son especialmente graves para mujeres trans, quienes deben enfrentar obstáculos en procesos de hormonación, atención general o acompañamiento psicológico.
Por su parte, las personas migrantes pueden no estar afiliadas al sistema de salud, lo que profundiza el riesgo ante infecciones de transmisión sexual o situaciones de emergencia.
Condiciones laborales y seguridad
Gran parte del trabajo sexual se realiza en horarios nocturnos, espacios poco regulados o zonas de tolerancia con altos índices de violencia urbana. La exposición permanente a riesgos, sumada a la falta de protección laboral, aumenta la vulnerabilidad de estos grupos.
La importancia del apoyo y la solidaridad en redes comunitarias
En ciudades como Bogotá, Cali y Medellín, organizaciones como Casa Trans, Santamaría Fundación y Fundación GAAT brindan acompañamiento jurídico, apoyo en salud, atención psicológica y, en algunos casos, espacios seguros donde refugiarse. Estas iniciativas cubren vacíos que las instituciones estatales no logran atender de forma efectiva.
Además de estas, también existen dinámicas de cuidado mutuo construidas desde las propias comunidades. Parces se acompañan durante los desplazamientos nocturnos, mantienen sistemas informales de alertas y comparten información para identificar zonas o situaciones de riesgo. Estas prácticas no institucionalizadas se han convertido en una forma poderosa de resistencia cotidiana frente a la violencia policial, la transfobia y la precariedad laboral.
A la par, el activismo LGBTQ+ ha fortalecido estas redes mediante campañas de visibilidad, denuncias ante organismos de derechos humanos y exigencias de protección. Colectivos y liderazgos comunitarios trabajan para transformar la percepción del trabajo sexual y promover políticas que reconozcan la dignidad y los derechos de las personas que lo ejercen.
Así pues, mujeres trans, hombres y personas queer que ejercen trabajo sexual encuentran un espacio que ofrece la posibilidad de sostenerse económicamente frente a la discriminación estructural. Y comprender esta diversidad es esencial para avanzar hacia políticas inclusivas y garantizar la protección y el bienestar de quienes, desde la marginalidad social, continúan construyendo espacios de resistencia y dignidad en el trabajo sexual colombiano.