Desde 1973 hasta 1990, Chile vivió la dictadura militar de Augusto Pinochet. Un período en el que muchos chilenos recuerdan el control social intenso que había y que no solo abarcó la vida política, sino también la conducta y la moral pública.
En ese entonces, el colectivo de trabajadorxs sexuales también sufrió las consecuencias, porque los espacios nocturnos y las actividades consideradas "indeseables" pasaron a estar constantemente bajo vigilancia. Así, el sexo de pago, ya presente en Chile desde comienzos del siglo XX, fue empujado a la clandestinidad debido a las políticas represivas, los controles policiales y la persecución selectiva.
Perspectiva del contexto político y moral del régimen de Pinochet
La dictadura de Pinochet se caracterizó por un fuerte conservadurismo moral, influido por la Iglesia Católica y por un pensamiento disciplinario del orden social. Desde el golpe de Estado en 1973, la Junta Militar promovió leyes y bandos que buscaban "restablecer la moral y las buenas costumbres", afectando directamente a minorías sexuales, mujeres pobres y trabajadoras sexuales.
El régimen militar utilizó la moral pública como herramienta de control político, es decir, lo considerado "inmoral" o "indeseable" podía ser intervenido por las fuerzas policiales. Así, los espacios nocturnos como bares, cabarets, hoteles y calles donde tradicionalmente se ejercía el comercio sexual fueron objeto de inspecciones, redadas y cierres.
El trabajo sexual antes del golpe de 1973
Antes de que Pinochet irrumpiese en el poder, el trabajo sexual era una actividad más o menos tolerada y parcialmente regulada en ciudades como Santiago, Valparaíso, Concepción y Antofagasta. Existían zonas rojas bien delimitadas, como el sector de Mapocho o las inmediaciones del Barrio Rojo de Valparaíso, donde la actividad se ejercía, en cierta medida, de forma visible.
Los controles municipales y sanitarios estaban presentes, pero no existía un régimen de persecución sistemática como tal. Además, la vida nocturna tenía un papel activo en la cultura urbana: cabarets, boîtes y bares formaban parte del panorama social, especialmente en grandes ciudades como Santiago y Valparaíso.
Represión y control policial durante la dictadura de Pinochet
Con la llegada de la dictadura, el trabajo sexual quedó bajo un escrutinio mucho más estricto. Diversas investigaciones, como las del historiador Víctor Hugo Robles y la socióloga Claudia Rodríguez, documentan que las trabajadoras sexuales fueron objeto de:
- Redadas policiales, especialmente en el centro de Santiago.
- Detenciones arbitrarias bajo cargos ambiguos como "faltas a la moral" o "conducta sospechosa".
- Aplicación de la Ley de Estados Antisociales.
- Control de fichas policiales, donde se registraban datos personales de mujeres consideradas "públicas".
Las redadas eran muy frecuentes en sectores como Santo Domingo, San Camilo, San Pablo y 10 de Julio, donde se concentraba gran parte del comercio sexual callejero.
Cómo la clandestinidad forzada reorganizó el mercado sexual en Chile
A causa de la intensificación de los controles policiales durante esta etapa en Chile, el trabajo sexual se trasladó a la completa clandestinidad. Las calles y los burdeles donde anteriormente se ejercía de manera visible se convirtieron en el blanco constante de redadas y detenciones, lo que obligó a muchas personas que ejercían la prostitución callejera a replegarse hacia espacios cerrados y difíciles de rastrear.
Este traslado transformó profundamente el mercado sexual, pues la actividad dejó de concentrarse en los sectores tradicionales de Santiago y Valparaíso para desarrollarse en casas particulares, hoteles de paso y barrios periféricos donde la presencia policial era menor.
Mayor exposición a violencia y problemas sanitarios
Asimismo, la clandestinidad no solo modificó los lugares donde se ejercía, sino también las dinámicas de trabajo. Al operar fuera de los circuitos visibles, las trabajadoras sexuales quedaron más expuestas a situaciones de violencia y abusos, ya que contaban con menos posibilidades de pedir ayuda o ser asistidas por redes comunitarias.
Los problemas sanitarios también se agravaron, pues la represión dificultaba el acceso a controles de salud y programas de prevención de infecciones de transmisión sexual.
Aparición de intermediarios y el turismo
Además, la precariedad económica generada por el régimen favoreció la aparición de intermediarios y dueños de locales clandestinos que imponían condiciones abusivas, incrementando la dependencia y reduciendo la autonomía de las trabajadoras.
Aunque el turismo internacional era limitado en comparación con décadas posteriores, su presencia contribuyó a consolidar zonas informales donde el comercio sexual coexistía con actividades nocturnas y redes ilegales.
Figuras de la resistencia y la memoria
A pesar de la represión, algunas figuras emergieron dentro de los márgenes del trabajo sexual y la diversidad sexual. Destaca especialmente Luz Arce, ex militante del MIR que, tras su detención y colaboración con la policía secreta (DINA), formó parte de redes femeninas vinculadas a la vida nocturna y dejó testimonios que permiten comprender la violencia de género en la dictadura.
Otra figura relevante para la memoria del período es el activista y escritor Víctor Hugo Robles, conocido como “El Che de los Gays”, quien ha recopilado testimonios de trabajadoras sexuales y de la comunidad LGTBI reprimida durante el régimen.
No existieron organizaciones formales de trabajadoras sexuales durante los años 70 y 80, debido a la criminalización de cualquier forma de asociación política. Sin embargo, sí persistieron redes de apoyo informal entre mujeres, especialmente en Santiago y Valparaíso.
¿Qué legado y efectos sociales dejó la dictadura a largo plazo?
Sin duda, la dictadura de Pinochet dejó una marca profunda en la percepción del trabajo sexual en Chile. La clandestinidad forzada reforzó el estigma, normalizó la violencia y debilitó cualquier intento de organización colectiva. Tras el retorno a la democracia, comenzaron a surgir agrupaciones como AMETS (Asociación de Mujeres Trabajadoras Sexuales) en los años 90, que reclamaron derechos laborales y reconocimiento.
La transición democrática introdujo avances importantes, como la eliminación de registros policiales específicos y un mayor acceso a la salud pública. Sin embargo, muchos de los patrones heredados de la dictadura, como la vigilancia policial y la discriminación, persisten aún hoy.
Así, comprender este pasado es fundamental para avanzar en materia legal sobre la prostitución chilena, con un enfoque que respete los derechos humanos y la autonomía personal. Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer.