¿Es el estigma social influyente en la autoestima personal? Acercamiento teórico en el trabajo sexual

Nov 13, 2025
¿Es el estigma social influyente en la autoestima personal? Acercamiento teórico en el trabajo sexual
Photo by Stas Svechnikov / Unsplash

El presente artículo pretende analizar algunos conceptos importantes para la psicología, como lo son la autoestima y el estigma social, en relación con el trabajo sexual y su posible implicancia en la subjetividad de las personas que ejercen tal oficio.

Si bien no se busca dar una respuesta certera ante dicho interrogante, sí se procura presentar algunos aportes teóricos que promuevan la reflexión y el entendimiento acerca de cómo ciertos términos, que parecen no estar ligados entre sí, pueden llegar a rozarse en función de algo tan complejo como la subjetividad humana.

La autoestima en trabajo sexual: aproximaciones teóricas

En numerosas culturas, ante la mención del concepto “trabajo sexual” se suele evocar un gran número de prejuicios negativos. Amaya et. Al. (2005) mencionan algunos, como la idea de que las personas de esta profesión son proclives a contagiar infecciones de transmisión sexual u otro tipo de enfermedades, o incluso que de por sí este oficio no es digno, ya que está mal visto por distintas religiones y es rechazado a nivel social.

Los autores mencionados previamente afirman que muchas veces, entre el género femenino, hay trabajadoras sexuales que comparten esta concepción social acerca de su labor, considerándola una práctica vergonzosa, lo que dificulta que se hable abiertamente del tema. Será tarea para el futuro revisar las concepciones religiosas que influyen en la sociedad al punto de desvalorizar una profesión, pero sí se vuelve importante en este escrito analizar si el estigma cultural puede llegar a influir en la propia percepción de los trabajadores sexuales, es decir, en su autoestima. 

Suele hablarse de la autoestima como si esta fuera cuantificable. No es raro escuchar “tal persona tiene poca autoestima”, o “esta otra tiene la autoestima muy alta”. En este sentido, con frecuencia se considera que quien tiene poca o nula autoestima se representa con una imagen negativa de sí mismo.

Todo lo contrario cuando se trata de una “gran” autoestima, ligada generalmente a ideas positivas. Cabe mencionarse que la autoestima, según los autores desarrollados a continuación, no parece depender de lo biológico, ya que todo ser humano tendría la misma capacidad de desarrollarse de una u otra manera. Lo que cambia, entonces, promoviendo lo positivo o lo negativo, ¿de qué dependerá?

¿De qué depende la percepción de la autoestima? 

Según Orizaba Rodriguez (2023), a través de su investigación llevada a cabo en Michoacán, México, la autoestima es “un conjunto de percepciones que forma un individuo acerca de sí mismo”. Entre las varias concepciones expresadas en dicho estudio, se encuentra, por ejemplo, que la autoestima tiene que ver con la toma de conciencia en cuanto a la propia capacidad de enfrentar y resolver problemas.

Asimismo, como el sentimiento de ser merecedor de respeto, bienestar, dignidad, éxito, alegría y plenitud en la vida (Branden, 2010, citado en Orizaba Rodriguez, 2023). Sumado a ello, este concepto tiene que ver con la confianza en uno mismo. Esto lleva directamente a pensar que la autoestima de una persona será, entonces, proporcional al afecto que un sujeto se tenga a sí mismo, lo cual determinará el trato que se le proporcione al cuerpo y a la psiquis, y causando consecuencias en las relaciones interpersonales: cómo se trata a los demás, y cómo uno permite ser tratado por los otros. 

En el estudio mencionado, se hace alusión a que la autoestima depende de experiencias y situaciones vividas a lo largo de la vida, las cuales forjan creencias, emociones, ideas, prejuicios y el propio comportamiento, entre otros factores (Lagarde y de los Rios, 2001, citado en Orizaba Rodriguez, 2023). 

De esta manera, no será igual la autoestima de una persona que haya crecido en un contexto de cariño y contención, que la de otra persona cuya vivencia represente ocasiones más negativas: por dar un ejemplo, la educación sexual o la falta de la misma. 

Hablando a nivel general y sin volverse una afirmación absoluta, es posible considerar que, una familia que contempla que las inquietudes sexuales son normales o correctas, hará sentir valiosa a una persona que se exprese al respecto, favoreciendo el aprendizaje sobre estas cuestiones y la búsqueda de la salud y de la satisfacción personal (lo cual, a simple vista, podría interpretarse como una “buena” -positiva- autoestima).

En cambio, una familia en la cual la sexualidad represente algo sucio, incorrecto o fuera de lugar, podría propiciar desconocimiento acerca de temas de cuidado, salud y placer, y un sentimiento negativo en aquel miembro que tenga interés en informarse.  

En definitiva, podría afirmarse que la autoestima está presente en todo ser humano, independientemente de que cada uno se considere más o menos valioso. De tal valía se desprende toda percepción que un individuo pueda tener acerca de sí mismo, y, consecuentemente, la posibilidad de evolucionar. O, todo lo contrario, tanto en solitario como en lo social. 

Entendiendo el estigma

Por su parte, la RAE (s.f.) define el término “estigma” de diferentes formas. Dos de las mismas se vuelven especialmente interesantes para el presente artículo: 

  • Por un lado, se le puede denominar una marca física, podría decirse, impuesta en el cuerpo.
  • Por el otro lado, aludiría a un desdoro (desprestigio) o mala fama, pensado como una mala reputación a nivel social, algo deshonroso ante la mirada de los otros, y a veces, ante la propia. 

Dicho de ese modo podría parecer que se habla de cosas distintas, ya que muchas veces las marcas físicas y las situaciones deshonrosas no tienen que ver una con la otra. Sin embargo, la palabra “impuesta” parece acercar ambas concepciones. 

Si se tiene en consideración que cada sociedad, en cada época y en cada lugar, cuenta con preconceptos, algunos identificados como positivos y otros como negativos, es posible inferir que quienes formen parte de X sociedad, en su mayoría, acordarán con ciertos preconceptos, o por el contrario, se verán afectados en caso de no hacerlo. 

Ejemplos para entender la percepción del estigma

Por dar un ejemplo, puede mencionarse que hace 60 años, en numerosos países, la concepción acerca de la figura de la mujer representaba a una persona con características puntuales, como heterosexual, casada y con hijos, dedicada en general a su familia y a su hogar, y por ende dependiente, económicamente hablando, de su pareja (hombre), pensado él también con particularidades específicas. En caso de que una mujer se saliera de estas normas, podía llegar a ser discriminada y juzgada. 

En contraposición, hoy en día son muchos los países en los que la mujer se desarrolla de manera muy diferente en comparación con el pasado. Actualmente constituir o no una familia ha pasado a ser una elección, y las puertas a trabajos y profesiones que anteriormente eran exclusivas para hombres se han abierto, posibilitando la entrada de personas a nuevos trabajos sin importar su género

Dicho sea de paso, y por retomar el ejemplo, hace 60 años el juicio cultural en cuanto a la orientación sexual y a la identidad de género era completamente cerrado, enfocado pura y exclusivamente en lo biológico, hecho que al día de hoy ha recibido mucha más reflexión. Gracias a eso, innumerables culturas han cambiado el pensamiento mayoritario, y las diversas identidades ya no son apartadas y enjuiciadas; o por lo menos, no totalmente como hace décadas (aunque aún hay un gran trayecto por recorrer…).  

El concepto del estigma en el trabajo sexual

Para mencionar una situación concisa de “estigma”, cabe emplearse la investigación de Amaya et. Al. (2005), realizada en la ciudad de Cali, Colombia, que ejemplifica una idea de hace tan solo 20 años. En la misma, los autores llevaron a cabo entrevistas con trabajadoras sexuales, mujeres en su totalidad.

Los relatos son muy variados, pero hay algo que los une entre sí: el descontento con el oficio y la vergüenza que este acarreaba, buscando impedir absolutamente que los seres queridos, o incluso personas conocidas, supieran acerca de su labor. Los colaboradores indican que muchas de las entrevistadas iban cambiando el barrio o la ciudad de trabajo, justamente para evitar ser vistas y reconocidas. 

Otro estudio, mucho más reciente, realizado por Quiroz Bracho (2021), en Bogotá, Colombia, analiza algo similar: la experiencia de las trabajadoras sexuales que son madres, cualidad que suele relacionarse estereotípicamente con características como la ternura y el cuidado. La autora da cuenta de que la dimensión de ser madres parece contradecirse con la dimensión del trabajo sexual (según las entrevistadas), por cuestiones como el posible menosprecio social hacia las trabajadoras y hacia sus hijos, como si ambas elecciones no fueran compatibles.

¿Qué sucede a día de hoy?

Hoy, en pleno 2025, la situación cuenta con muchas más aristas. No solo se han flexibilizado las nociones socio-culturales acerca del trabajo sexual y de la libertad de la mujer, y demás géneros, para elegir trabajar y dedicarse a lo que gusten, sino que además dicho empoderamiento ha generado un crecimiento antes inaudito: el trabajo sexual en lo digital

Este oficio, entonces, se ha transformado, pasando de ser ocultado, vergonzoso y enjuiciado, a ser una nueva opción, con prejuicios, pero no tanto como en el pasado, y que adicionalmente cuenta con regulaciones estatales y legales en algunos países (como Alemania, Austria y Países Bajos), y ha encontrado una nueva vía de difusión y de ejercicio: lo digital. Son cada vez más las aplicaciones y sitios web donde las personas trabajan a través de su cuerpo, ofreciendo diferentes servicios y recibiendo un pago acordado entre las partes del acuerdo. 

Para retomar la invitación inicial a reflexionar, se podría hipotetizar que, anteriormente, cuando el trabajo sexual era únicamente visto como algo malo, la autoestima de las personas que se dedicaban a ello podría haberse visto afectada por las ideas a su alrededor. La mirada de los otros, no solo a nivel familiar, sino también en cuanto a los grupos de pares y a lo social en general, deja marcas importantes en la visión que uno pueda tener. 

Si toda una sociedad determina como incorrecta X práctica, entonces podría suponerse que quién desee realizar dicha práctica se sentiría a sí mismo como equivocado. En cambio, en una época de empoderamiento y de apertura ante nuevos oficios, y donde las mujeres, hombres y géneros no binarios pueden elegir a qué dedicarse, pues vale suponer que su autoestima estará un tanto más conservada positivamente que el primer grupo mencionado. 

De todos modos, los seres humanos somos todos muy distintos. La subjetividad depende de demasiados factores como para que sea posible que dos personas piensen y sientan exactamente igual, lo cual complica llegar a conclusiones cerradas. Lo innegable es que la deconstrucción de las normas establecidas con anterioridad ha llevado a algo fundamental y que crece exponencialmente en comparación al pasado: que los individuos tengan la posibilidad de elegir, de disfrutar de sus gustos, de abrirse ante los ojos ajenos, y que esto no signifique necesariamente un problema al relacionarse con los otros ni, fundamentalmente, con uno mismo. 

Referencias bibliográficas

Valentina Stagno es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires, y actualmente está por finalizar la formación de posgrado en Sexología Clínica. Trabaja/se ha formado en Psicoanálisis y en Terapia Sistémica. Ha realizado 2 diplomaturas en Educación Sexual, una con eje en géneros, diversidades y derechos, y otra específicamente para personas con discapacidad/neurodiversas. Se ha desempeñado como docente en cursos y materias universitarias vinculadas a la Educación Sexual Integral, a la Ética y Derechos Humanos, al Abuso Sexual, entre otras, en la UBA y en otras instituciones. Ha participado como autora en múltiples congresos internacionales y nacionales, abordando temáticas como Vínculos virtuales, pornografía y Tecnologías en la adolescencia, abuso sexual infantil, grooming, sexting, diversidad familiar, bioética y cine, entre otros. Su experiencia clínica incluye atención a niños, adolescentes, adultos, parejas y familias. Además, ha dictado talleres de ESI en contextos educativos y colaborado en traducciones del español al inglés y viceversa. Ha estudiado Italiano y Francés. Cuenta con experiencia en la docencia y en la investigación académica y científica.