El autocuidado, ¿solo es físico?

Nov 25, 2025
El autocuidado, ¿solo es físico?
Photo by Lina Bentanch / Unsplash

Los autores Rodríguez y García (1996) sostienen que el concepto “Autocuidado” comienza a tomar relevancia a partir de 1948, momento en el cual la Organización Mundial de la Salud realiza un cambio en su perspectiva acerca de lo que representa la “Salud”. Hasta el momento, esta última se pensaba como la ausencia de enfermedades físicas, dándole importancia únicamente al cuerpo orgánico. A partir de 1948 se le suman dos dimensiones al concepto de “Salud” que hoy en día sabemos que son esenciales, pero que en ese momento fueron completamente innovadoras: lo psicológico y lo social.   

Actualmente, se conoce el término “Autocuidado” gracias a las teorías desarrolladas por Orem (1983, citado en Ayes et. Al.,, 2020), y el mismo refiere a actividades aprendidas por los individuos, con orientación hacia un objetivo en concreto, dirigido hacia la propia persona o el entorno en donde uno se desenvuelve, con la finalidad de regular posibles afectaciones al desarrollo personal y buscar un bienestar integral.

Este es pensado, además, como un método para concientizar a las personas y generar en cada una un sentido de autorresponsabilidad, haciendo hincapié en que el estado de salud dependerá, mayormente, de los cuidados que cada ser humano se proporcione a sí mismo (Ayes et. Al., 2020), volviendo al autocuidado una herramienta de prevención de riesgos y enfermedades, y de promoción de actitudes saludables.

Es posible afirmar, entonces, que sería fundamental que la población en general conozca este concepto y cómo llevarlo a cabo, independientemente de la profesión que cada uno elija. Sin embargo, cuando se trata del trabajo sexual, donde los clientes y situaciones serán variados día tras día, y cuando muchas veces trabajadoras y trabajadores son independientes, se vuelve especialmente importante promover la autoprotección y medidas de prevención de riesgos.

El autocuidado en lo laboral

Son numerosos los artículos científicos que analizan diversas prácticas de autocuidado en diferentes ambientes laborales. Las profesiones abocadas a las ciencias de la salud, a saber, la Medicina, la Enfermería y la Psicología, son las que primero aparecen cuando se escriben las palabras “autocuidado” y “emocional” en buscadores académicos. Algunos ejemplos que surgen son las investigaciones de García et. Al., (2020) y Sanchéz-Jiménez et. Al., (2014), quienes versan acerca del cuidado hacia uno mismo cuando se trabaja con otros en situaciones de vulnerabilidad, ya sea por trastornos o enfermedades. 

Al intentar direccionar mejor la búsqueda, a los efectos de especificar el presente escrito, añadiendo las palabras “trabajo sexual” sí aparecen algunas investigaciones específicas del tema que nos convoca…

La idea de analizar prácticas concretas de autocuidado en personas que se dedican al trabajo sexual proviene de considerar a este último un ámbito de trabajo que se ha visto relegado cuando se trata de cuidar las emociones que la labor despierta. Para continuar con lo expuesto previamente, se vuelve interesante mencionar que fue difícil encontrar escritos que realmente pudieran guiar el presente artículo. Esto sucede porque, en gran mayoría, las investigaciones que prevalecen refieren a autocuidados -casi exclusivamente- físicos

El autocuidado en trabajo sexual, según algunos autores

Un ejemplo de lo anterior es lo expuesto por Camayo et. Al. (2018), quienes estudiaron los conocimientos de trabajadoras sexuales de Palmira, Colombia, acerca de prácticas de autocuidado. Estos autores definen al trabajo sexual como la venta de servicios sexuales a cambio de alguna retribución, por lo general económica, que exigiría la habilidad de saber manejar a los clientes, tener un control sobre las propias emociones y sobre aquellas acciones que puedan terminar en el contagio de alguna enfermedad. 

En relación con ello, se encontraron con que la gran mayoría de las trabajadoras sexuales consultadas -a través de entrevistas- tenían buenas prácticas de higiene, siendo estas referidas al cuidado y aseo de sus genitales. Mencionan además la importancia del uso del condón, de métodos de planificación familiar y de estudios fisiológicos regulares con la finalidad de conocer el estado de la salud, sumado a una alimentación balanceada y a la actividad física. 

Si bien Camayo et. Al. (2018) aseguran la importancia de cuidar la salud mental, no se menciona a qué se referiría este cuidado ni a cómo podría llevarse a cabo. Esto se vuelve especialmente sorpresivo, pues aseguran que, a través de las mencionadas entrevistas, algunas mujeres refieren sentirse vulnerables ante ciertas circunstancias del trabajo, y que han recibido tratamiento para alguna afectación psíquica, incluso habiendo atravesado momentos de tristeza o depresión. 

Finalmente, hacen hincapié en la importancia de que existan programas de acceso a la salud pública como una herramienta extra para la protección de este colectivo (Camayo et. Al. 2018). En la misma línea, cabe mencionarse lo teorizado por Melo-Barbosa et. Al. (2019), quienes sostienen el valor de dicho rol por parte del Estado.

Esta última investigación mencionada también se sitúa en Colombia, esta vez en Bogotá, afirmando la búsqueda de prácticas de autocuidado para personas que se dedican al trabajo sexual. Destacan que sería de gran interés que el personal de salud pueda orientar a trabajadoras sexuales en recomendaciones sanitarias, para fomentar un desarrollo personal dentro de un entorno favorable. Sin embargo, los criterios establecidos en dicho texto son similares a los que se vienen comentando: el autocuidado físico está muy estudiado y evaluado, dejando de lado el aspecto psíquico del cuidado. 

El uso de preservativo como método de autocuidado 

Melo-Barbosa et. Al. (2019) también aseguran la importancia del uso del preservativo, de la alimentación sana y de una rutina diaria de ejercicio, aunque afirman que en realidad los cuidados suelen dirigirse casi exclusivamente sobre el aparato sexual. Llegaron a dicha conclusión debido a que, en conversación con trabajadoras sexuales, al ser consultadas por el cuidado de su salud en general, la gran mayoría mencionaba como herramienta central el preservativo. 

En consonancia, Perdomo Sandoval (2024) estudia en su tesis la percepción de autocuidado en trabajadoras sexuales Colombianas, y al cotejarse con los demás escritos explicados es posible observar una similitud en cuando al cuidado del cuerpo a través del preservativo, pero con una salvedad: alude al condón no solo como un método higiénico, a través de cuyo uso pueden aislarse fluidos corporales del cliente y por ende evitar posibles contagios, sino que también lo nombra como un recurso para “neutralizar el desagrado hacia él” -es decir, hacia el cliente-, afirmación dicha por trabajadoras sexuales por medio de entrevistas que llevó a cabo el autor. 

Si bien esta afirmación es polémica y tendrá que verse si se extrapola a trabajadoras sexuales de otros países, y aunque no sea necesariamente una reflexión sobre lo psicológico, sí se acerca a tener en consideración una percepción subjetiva y muy propia de cada persona, en este caso de aquellas que terminan interactuando con dicho cliente. Pensar en el agrado que pueda tenerse por una persona o una práctica, sí hace alusión a un aspecto hasta el momento relegado: la perspectiva psíquica del comportamiento, y cómo esta influye determinantemente en la experiencia y la posterior apreciación de tal evento. 

De ninguna manera el presente escrito busca contrarrestar la importancia de los métodos de barrera ante enfermedades e infecciones. No hace falta aclarar que, por supuesto, el uso del preservativo es evidentemente esencial para trabajadores y trabajadoras de este ámbito, ya que cuando la práctica se lleva a cabo de manera presencial (y no virtual, tarea para otro artículo) la prevención de cualquier contagio es fundamental. 

De todos modos, resulta necesario problematizar el hecho de que los aspectos psicológicos y sociales sean dejados de lado, como si nada influyeran en la cotidianeidad de las personas que trabajan brindando servicios sexuales, y mecanizando aún más esta labor.

La prevalencia de lo físico por sobre todo lo demás

No es nuevo que en la cultura latinoamericana -si no es que en muchas más- se priorice lo físico por sobre lo psicológico. Si bien se cuenta con extensos manuales de afecciones psíquicas, como el DSM (1) y el CIE (2), y siendo estas afecciones determinadas en el mundo científico y con tratamientos planificados, todavía existe cierto recelo cuando se trata de mirar ambas perspectivas como un conjunto inseparable. Por el contrario, se suele pensar a lo psíquico y a lo físico como vías paralelas que conforman a un sujeto, pero siempre poniendo por delante lo observable: el cuerpo orgánico, y separándolo de todos los demás factores que influyen en él. 

En este sentido, es menester retomar las ideas descritas por Freud en 1915, quien afirmaba que no solo el cuerpo es el soporte de aspectos psíquicos fundamentales en la vida de un sujeto, como lo es por ejemplo el deseo, sino que además los estímulos recibidos por el cuerpo, llámese “estímulo” a todo aquello que proviene no solo del exterior, sino también del interior, serán siempre interpretados por la psiquis de cada sujeto. 

Por ende, podría afirmarse que cualquier vivencia que atraviese un sujeto se verá directamente afectada por cómo la mente interprete dicho suceso, y por las emociones que este despierte en una persona: si algo es satisfactorio o no, y cómo será el posterior afrontamiento de esa emoción despertada. Y esto, dicho sea de paso, sin desvalorizar los cuidados necesarios que deben contemplarse en cuanto al cuerpo orgánico, que claramente es fundamental proteger, ya que lo físico y lo psíquico están intrínsecamente entrelazados, y es imposible, y de cierto modo absurdo, fijarse en uno y no en el otro. 

Como consecuencia, será trabajo de un artículo futuro recomendar prácticas concretas que tiendan a una promoción del autocuidado integral, que conecte lo psicológico con lo orgánico, y que, a su vez, tenga en cuenta particularmente los factores sociales y relacionales que se juegan en el trabajo sexual.  

Referencias bibliográficas

1 - American Psychiatric Association. (2022). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5ª ed., texto revisado).

2 - Organización Mundial de la Salud. (2022). Clasificación internacional de enfermedades para estadísticas de mortalidad y morbilidad (11.ª ed.).

Valentina Stagno es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires, y actualmente está por finalizar la formación de posgrado en Sexología Clínica. Trabaja/se ha formado en Psicoanálisis y en Terapia Sistémica. Ha realizado 2 diplomaturas en Educación Sexual, una con eje en géneros, diversidades y derechos, y otra específicamente para personas con discapacidad/neurodiversas. Se ha desempeñado como docente en cursos y materias universitarias vinculadas a la Educación Sexual Integral, a la Ética y Derechos Humanos, al Abuso Sexual, entre otras, en la UBA y en otras instituciones. Ha participado como autora en múltiples congresos internacionales y nacionales, abordando temáticas como Vínculos virtuales, pornografía y Tecnologías en la adolescencia, abuso sexual infantil, grooming, sexting, diversidad familiar, bioética y cine, entre otros. Su experiencia clínica incluye atención a niños, adolescentes, adultos, parejas y familias. Además, ha dictado talleres de ESI en contextos educativos y colaborado en traducciones del español al inglés y viceversa. Ha estudiado Italiano y Francés. Cuenta con experiencia en la docencia y en la investigación académica y científica.